¿Cómo haces para que tus hijas coman tan bien?

No hay fórmulas infalibles para que los hijos coman todo lo saludablemente que nos gustaría, pero sí hay estrategias que facilitan este objetivo, y los padres son el eje central.

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Juan Revenga

¿Cómo haces para que tus hijos coman tan bien? - Vivaz Seguros

La pregunta que se ilustra en el título es una cuestión que se me ha hecho de forma recurrente, y que hasta cierto punto me la siguen haciendo hoy en día cuando Adriana y Carolina -mis hijas- cuentan hoy con 18 y 14 años respectivamente.

Sería fácil responder “porque soy nutricionista”, pero no sería cierto, ya que conozco otros padres, otras familias, en las que sus hijos comen tan bien, o mejor incluso, que lo que comen mis hijas. Y ninguno de esos padres son nutricionista o algo similar. Por tanto, no es cuestión de la profesión de los padres. Es cuestión de compromiso, el de esos padres, con hacer las cosas bien. No obstante, adelanto, el empeño de los padres, tampoco es garantía de éxito total.

La educación alimentaria de los hijos es un problema complejo (y te explico por qué)

Dicen que los problemas pueden ser de tres tipos: simples, complicados y complejos. Esta gradación depende de la creciente dificultad de obtener una solución para ellos y de las garantías o la seguridad de saber que se va a alcanzar la mencionada solución. Los problemas simples tienen soluciones universales e incluyen una cierta seguridad en alcanzarla. En el otro extremo, los problemas complejos, no tienen soluciones “para todo el mundo”, dependerá de cada caso y, en la mayor parte de los casos nadie garantiza, ni aun haciendo las cosas lo mejor posible, que se alcance la ansiada solución.

La educación de los hijos corresponde a este tipo de problemas, los complejos. Y para que pongas en contexto este razonamiento, el adelgazamiento también sería un problema complejo. Nadie garantiza, por tanto, que nuestros hijos terminen comiendo de forma saludable ni aun haciendo lo que hay que hacer. Pero eso sí, aumentan, y no poco, las probabilidades. Al igual que disminuyen cuando se hace mal.

Es un problema complejo, insisto, por la inmensa cantidad de variables que intervienen. Entre las más elocuentes figuran el entorno, que es especialmente agresivo facilitando las peores opciones alimentarias que se pueden ofrecer, es decir, la publicidad y la accesibilidad de los ultraprocesados. Además, otra de las variables complicadas sería el propio niño, su carácter, personalidad y, como no, su propio entorno de pares.

Pero vosotros como padres sois una pieza clave

Al final es una cuestión de modelos, y el primer modelo que tienen los bebés, antes que cualquier otro, ya sean los amiguitos de la guarde o la publi de la Tablet, sois vosotros. Más que nada porque uno de los programas del software con el que vienen todos los niños de serie es el de “aprendizaje por imitación 2.0”. Dicho de otra forma, pertenece a la naturaleza innata del bebé el imitar lo que hacen sus progenitores. Así que habrá que esforzarse por hacer las cosas bien desde un principio o comer bien, para que ellos coman bien.

Con el paso del tiempo los modelos a los que tiene acceso el bebé, ya niño, se amplían y habitualmente no para bien: la publicidad, los ejemplos de películas y series, una mal entendida asociación entre celebración y consumo de ultra procesados, el premio o el castigo con alimentos, etcétera. Es ese momento, cuando empieza a darse una pérdida de control por parte de los padres, cuando con mayor facilidad puede irse todo al garete.

Síes y noes de la alimentación con los más pequeños

Se le atribuye a Albert Einstein la frase de que “educar con el ejemplo no es una forma más de educar, debería ser la única”, así que:

  • Como padres o cuidadores, procurad, desde el principio, (y desde el principio es desde el primer día que el bebé entra en el hogar) tener un patrón de alimentación saludable.
  • Cuando llegue el momento de la introducción de la alimentación complementaria, hacedlo con la mayor de las naturalidades y con alimentos (adaptados a las posibilidades del bebé) que vosotros mismos como padres consumís. Si hay pescado, pescado, que hay verduras, pues verduras, y así sucesivamente con todos los alimentos.
  • Esta pauta de introducción de la alimentación complementaria se conoce como Baby Led Weaning (o destete guiado por el bebé) y, como es evidente, tiene sus recomendaciones que, sin especialmente complicadas, merece la pena conocer. La ayuda de un profesional de la nutrición y la dietética puede resultar muy interesante en este sentido.
  • Conforme la alimentación del niño se vaya asemejando a la de los padres -en la presentación de las recetas, volúmenes, etcétera- tanto más importante será que este tenga claro que lo que a él se le ofrece es lo que los padres comen.
  • Respetad el apetito de cada niño en cada momento. Si algo tiene el apetito de los más pequeños es que es errático e impredecible. Frente a una adecuada oferta de alimentos, el apetito de cada niño es el que mejor ha de guiar, en cada momento, lo que tiene que comer.
  • Ante la posibilidad de acceso a alimentos inconvenientes (cumpleaños, premios en el cole o regalos de algún familiar) conviene tener en cuenta el consejo del nutricionista Julio Basulto cuando expone en su libro “Se me hace bola” que la actitud ha de ser la comprendida en estos dos mandamientos: “no negar, no ofrecer”. Es decir, no facilitarle nunca el acceso, al tiempo que tampoco adoptaremos conductas fundamentalistas si en un momento dado, y por lo que sea, termina en sus manos.
  • No premiéis ni castiguéis con comida. La atmósfera emocional a las horas de comer es muy importante. No conviene en esas circunstancias regañar al niño. Y ni mucho menos hacerle sentir mal por no comer.
  • No desistáis. La educación, en todos los sentidos, y la de la alimentación no es una excepción es, en ocasiones, muy poco gratificante, y la paciencia inagotable de los padres consigue acabar con la oposición de los niños para adoptar hábitos saludables.
  • La neofobia -la negativa a probar alimentos- es propia de los niños conforme van dejando de ser bebés. No debe asumirse como algo negativo, sino como algo habitual y, por lo tanto, esperable. En cualquier caso, una vez más paciencia, y recordad que la exposición repetida de un mismo alimento que se niegan a probar, y a través de diversas recetas, puede terminar con la consabida neofobia (y sin forzar, insistir u obligar).

En cualquier caso, y volviendo al principio, nadie garantiza que haciendo así las cosas nuestros hijos adquieran unos adecuados hábitos dietéticos, pero, si así no se garantiza, imaginaros las probabilidades de éxito no haciéndolas. Nadie dijo que esto fuera fácil, en especial cuando hay que tirar tantas veces de paciencia. Así que mucho ánimo y paciencia, porque cuando se consigue es muy gratificante.

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