Ninguna cantidad de alcohol es recomendable por cuestiones de salud

El consejo sobre el consumo de bebidas alcohólicas quizá sea una de las cuestiones que más ha cambiado en los últimos años dentro del panorama dietético.

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Juan Revenga

Alcohol no recomendado por salud - Vivaz Seguros

La nutrición es una ciencia y, como tal, si hay algo que se espera de ella, es que cambie. En realidad, más que cambio, lo que se espera es que avance. Es decir, que lo que ayer se consideraba válido o mejor, hoy sea de otra forma. Es decir, más válido y mejor en este momento, y todo ello gracias al conocimiento estructurado y metódico que nos aporta la ciencia. Hoy sabemos más que ayer y, por tanto, hoy se pueden dar mejores consejos que ayer.

Con respecto al consumo de las bebidas alcohólicas se ha producido un cambio radical al respecto de las recomendaciones. Desde -etapa 1- pasar más o menos desapercibidas en las primeras recomendaciones dietéticas, a -etapa 2- fomentar su consumo (moderado, siempre “moderado” o “responsable”) por motivos de salud, a -etapa 3- hoy en día, desaconsejar su uso total y radicalmente. El mensaje actual es, en realidad, que cuantas menos bebidas alcohólicas se consuman, tanto mejor. Y claro, cero, es una cifra imbatible a la hora de hacer bueno este último y más reciente consejo.

La OMS lo tiene muy claro

Déjame que cite en forma de titulares, algunas de las perlas que se pueden entresacar del documento “Consumo de bebidas alcohólicas en la Unión Europea” en el año 2012:

  • El consumo de bebidas alcohólicas es una de las tres prioridades más importantes en el ámbito de la salud pública en el panorama mundial.
  • Es la tercera causa de enfermedad y de muerte prematura tras el bajo peso al nacer y el sexo sin protección.
  • Se ha asociado de forma convincente con cerca de 60 tipos diferentes de enfermedades y circunstancias no deseables.
  • El alcohol es teratogénico, neurotóxico, adictivo, inmunosupresor, perjudicial para el sistema cardiovascular, y aumenta el riesgo de muerte.
  • Cada vez con más pruebas que lo respalden, el efecto benéfico sobre algunas enfermedades cardiovasculares parece que puede deberse a factores de confusión, apuntando la idea de que el consumo bajo o moderado de alcohol debe ser considerado más como un indicador de buena salud y una mejor posición social que una causa de la mencionada buena salud.

Es decir, y comentando el último punto, que algunas personas gocen de mejor salud cuando consumen de forma moderada alcohol, no tiene una relación causa y efecto y, probablemente haya una relación contraria a la tantas veces predicha: las personas que gozan de buena salud, consumen poco alcohol de forma moderada; no por el hecho de consumir de forma moderada se goza de buena salud.

Pero la OMS tampoco es la única, ni mucho menos, en apuntar en este sentido:

  • La Federación Mundial del Corazón (WHF) comenta en su análisis sobre las bebidas alcohólicas que “ninguna cantidad de alcohol es beneficiosa para la salud”.
  • El Institute of Alcohol Studies, sentencia que “el alcohol aumenta el riesgo de enfermedad de forma exponencial a la dosis”. Es decir, más alcohol, mucho más riesgo. Siempre.
  • La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria afirma que “en ningún caso, los profesionales sanitarios deben enfatizar públicamente las posibles ventajas del consumo moderado, porque es un mensaje equívoco, ambiguo y peligroso”.

El consumo moderado y/o responsable es una entelequia

Las bebidas alcohólicas contienen una sustancia que, además de ser dañina e incrementar el riesgo de cáncer (entre otras enfermedades) es adictiva.

Para que nos hagamos una idea, el Ministerio de Sanidad, en el documento “Prevención de los problemas derivados del alcohol” sostiene que el concepto “consumo moderado” no existe en ningún glosario o léxico reconocido por instituciones sanitarias y que suele usarlo la industria para referirse al consumo moderado y sin consecuencias. Además, se afirma que “es absurdo hablar de consumo responsable de sustancias adictivas, poniendo dicha capacidad adictiva a prueba en el ejercicio de la responsabilidad personal”. Es fácil de entender, del mismo modo que todo el mundo entendería la falta de coherencia en sugerir a nadie que haga un uso o consumo responsable (o moderado) de ninguna conducta de carácter adictivo. Y con las bebidas alcohólicas sucedería, por tanto, igual.

A este tenor, es necesario mencionar las conclusiones de este estudio en el que se pone de manifiesto que, el 25% de la población que usa bebidas alcohólicas consume el 78% de todo el alcohol que se pone en circulación. Es decir, que lo del “consumo moderado” (un slogan del que se ha hecho bandera) no se lo cree ni el propio sector implicado que lo utiliza.

Al margen de la cuestión adictiva, sobre su carácter cancerígeno, solo hay que tener en cuenta un dato, desde 2012 las bebidas alcohólicas (todas y si advertir de su cantidad) están dentro del grupo 1 establecido por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer. En este grupo se reúnen todas aquellas sustancias o energías que se han identificado cuando hay evidencia suficiente e indubitable de carcinogenicidad en humanos. A este grupo pertenecen también y, por ejemplo: el benceno, el formaldehido, el plutonio o los rayos X entre muchos otros.

¿Por qué el cambio de paradigma?

En 2013, la entonces directora de la OMS, Margaret Chan, advirtió -y son palabras textuales- que la presión ejercida por determinados sectores de la industria alimentaria, distorsionan las políticas de Salud Pública. En este contexto, la Dra. Chan, identificó claramente a la Big Food, a la Big Soda y, claro está, a la Big Alcohol (las multinacionales y grupos de presión de los ultraprocesados, los refrescos y del alcohol, respectivamente) como dichos sectores implicados. Tanto es así que, en ese mismo discurso, La Dra. Chan avisó que cuando una corporación poderosa se lo propone, puede vender casi cualquier cosa a la población, tal y como sucedió antaño -y usó este ejemplo- con la industria del tabaco.

A día de hoy, cuando hay un mayor control sobre la declaración de conflictos de interés en la realización de investigaciones y su posterior publicación, es decir, con la obligatoriedad de su declaración, y por supuesto con un mejor diseño e interpretación de los nuevos estudios, el mensaje es claramente diferente al de antaño: el consumo de bebidas alcohólicas no supone ningún beneficio que no pueda alcanzarse a través de otras recomendaciones dietéticas. Evitando así, además, todos los riesgos asociados a su consumo.

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