Es la dieta mediterránea la que te elige y no al contrario

Ninguna dieta es y ha sido tan alabada. Es ancestral, saludable y hasta la UNESCO ha puesto en ella sus ojos. Sin embargo, a día de hoy, cada vez se parece más a una utopía inalcanzable.

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Juan Revenga

Es la dieta mediterránea la que te elige - Vivaz Seguros

Se puede decir con un escaso, por no decir nulo, margen de error, que la dieta mediterránea es la dieta que más ríos de tinta ha hecho correr tanto en el terreno de la divulgación general como en el de la investigación científica. Y siempre ha terminado en el pedestal, o si lo prefieres, en el podio, con su flamante medalla de oro.

Antes de seguir, dejemos claro que la dieta mediterránea fue descrita como “diaita”, es decir, como aquella expresión de origen griego que significa estilo de vida. Es decir, “dieta” no refiere a lo que se come o, mejor dicho, no solo refiere a lo que se come, sino que se incluyen muchos otros elementos relacionados con los estilos de vida, principalmente por lo relevante, la actividad física.

Su verdadero origen

Así y para no llevarnos a engaño y para empezar poniendo a todos los actores en contexto, la población en la que se describió la dieta mediterránea tenía, muy en esencia, en el momento de ser descrita - entorno a mediados del S XX - tres características y por este orden:

  • Tenían una vida físicamente muy, pero que muy activa. Esa altísima actividad no se debía a ir tres veces a la semana al gimnasio a hacer zumba, crossfit o body combat, no. Esa alta tasa de ejercicio físico provenía de trabajar de sol a sol, todos los días en el sector primario o secundario. Desde la agricultura a la ganadería, pasando por la pesca, los talleres la industria y la construcción. Por no hablar de la actividad física también necesaria para atender las tareas del hogar, la compra, o el propio ocio sin tener acceso a demasiados transportes particulares u otras comodidades.
  • Su alimentación estaba marcada por una palabra, la frugalidad: se comía lo justo (o incluso poco) para lo elevada actividad que tenían.
  • Al mismo tiempo en esa alimentación estaban especialmente presentes los alimentos vegetales de temporada y cercanía.

Es fácil coincidir que en la actualidad tengamos serias dificultades para llevar a cabo la dieta mediterránea tal y como esta fue descrita. Más que nada porque el escenario es completamente distinto al de aquel entonces. A ver, claro que uno puede emular si quiere la vida de Diógenes y hacerse poco menos que eremita y vivir dentro en una tinaja o un tonel en el monte, de igual manera que puede tratar de llevar una vida más o menos autosuficiente al estilo de cómo se vivía en el sur de Europa a mediados de los años 50 y 60. Pero, tal y como están las cosas, la organización de horarios, la oferta de alimentos y demás... lo va a tener francamente difícil. Me refiero a lo de vivir en una tinaja. Y a lo de la dieta mediterránea como tal, también.

Somos uno de los países que más rápidamente se aleja del patrón mediterráneo

Algún iluso podría llegar a creer que por tener aquí cientos de kilómetros de costa bañada por el mar Mediterráneo, aquí la cosa sería diferente y, sin embargo, no podría estar más equivocado. España, como país occidental del llamado primer mundo, “disfruta” al igual que sus vecinos, de las características de la dieta occidental, es decir, plagada de ultraprocesados que están cargados de sal, grasas saturadas, calorías y azúcares. Y por tanto los españoles nos situamos entre los primeros puestos de la Unión Europea en lo que refiere a obesidad. Así lo dicen los estudios, por ejemplo este de aquí que pone de relieve que España es uno de los países que más rápidamente se aleja del patrón dietético mediterráneo.

En sentido contrario, son los países económica y socialmente más hacia la cola los que mejor guardan, hoy en día, el espíritu dietético mediterráneo. Así, y en las cuatro primeras posiciones de países “más mediterráneos” figuran, en dicho estudio, Egipto, Irán, Marruecos y Argelia.

La dieta mediterránea podría ser buena a pesar del vino

Tiene que ser triste (pero real) que uno de los protagonistas más característicos y con el que más fácilmente se identifica la dieta mediterránea, el vino, sea al mismo tiempo uno de los elementos por los que la Autoridad de Seguridad Alimentaria negase, en 2011, la posibilidad de hacer descansar ninguna declaración de propiedades saludables sobre la dieta mediterránea. Más en concreto se expresó en los siguientes términos: “no se puede hacer una declaración de salud sobre ningún alimento que incluya más de un 1,2% de alcohol en su composición y como el vino es uno de los productos definitorios de la dieta mediterránea, esta no puede recoger ninguna declaración de propiedades saludables”.

¿Qué tal si volvemos al origen?

Está claro que no podemos elegir el marco social, laboral y alimentario de la España de mediados del S XX, y hasta cierto punto esto es bueno. Pero sí que podríamos quedarnos con la esencia de la dieta mediterránea y centrar todos nuestros esfuerzos en lleva un “estilo de vida” (una diaita) lo más parecido a lo que se formuló como definitorio de la dieta mediterránea en sus orígenes:

  • Preocuparnos por tener una vida lo más físicamente activa que podamos. Ya que tenemos, tristemente, tantísimas oportunidades de permanecer sedentarios, que no perdamos oportunidad de realizar actividad física, la que sea y con motivo de lo que sea.
  • Tener un patrón de alimentos, si no vegetariano, sí con una mayor presencia de alimentos vegetales en nuestro día a día y, por supuesto con menos ultraprocesados.
  • Hacer menos caso a todas las ocasiones en las que se nos ofrece algo de comer y tratar de usar la bandera de la frugalidad o, al menos, tenerla más presente. Este quizá sea uno de los consejos más difíciles ya que nuestra naturaleza está preparada para hacer buena la Ley del Pobre: reventar antes de que sobre; pero hemos de ser conscientes de que la disponibilidad alimentaria con la que contamos no es muy normal.

Solo así, quizá tengamos un patrón de vida más mediterráneo a pesar de que, en realidad, nuestras condiciones se parezcan muy poco a las de aquellos que le dieron nombre.

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