Hacer dieta no siempre es la solución a los problemas de obesidad

Como sociedad llevamos mucho, pero que mucho tiempo, detrás de una solución sino milagrosa, sí rápida y además definitiva, para enfrentar a la obesidad. He dicho “como sociedad”, pero el contexto que mejor encaja en la descripción de este escenario sería “nuestra civilización”. No es necesario ser especialmente perspicaz para darse cuenta que, en lo que a este tema se refiere, las circunstancias son prácticamente idénticas en cualquier país al que observemos. Si bien hace unas décadas la obesidad solo afectaba o lo hacía de forma destacada a los países desarrollados, ya no es así. En la actualidad, y también en los países en vías de desarrollo, la obesidad ha alcanzado unas cifras que le sirven para competir de tú a tú con el hambre y la desnutrición. Es triste, pero a pesar de la paradoja interna, la obesidad se ha democratizado casi con independencia del PIB de cada país.

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Juan Revenga

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Tomemos de ejemplo el caso de China. Un país que hace apenas tres décadas recibía una ayuda internacional masiva para paliar la desnutrición y el hambre en especial entre los más pequeños. Es decir, un entorno en el que la obesidad era prácticamente desconocida y tendía a cero. Pues bien, en la actualidad, China es el país con mayor cantidad de personas con sobrepeso u obesidad. Esto es en cierta medida comprensible si consideramos su desarrollo en los últimos años y sus más de 1.400 millones de habitantes (el 17,5% de la población mundial). No obstante, en términos relativos las cifras también son de escándalo: más de la mitad de la población adulta tiene sobrepeso u obesidad en China, afectando a una quinta parte en el caso de la población infantil. Para poner referencias con las que poder comparar, estas cifras son muy semejantes a las que se observan en la población española. Bueno, el caso de España es algo peor si cabe.

La complejidad real de la obesidad: más allá de su popular simplicidad

Las causas de la obesidad según las instituciones más elevadas dependen de dos circunstancias coincidentes: por un lado, el aumento en la ingesta de alimentos hipercalóricos y, por el otro, el descenso en la actividad física. Es lo que todo el mundo sabe. Pero sin dejar de ser esto cierto, es lo mismo que decir que la deshidratación sobreviene cuando se bebe poca agua y se pierde mucha. Es decir, no le falta la razón, pero para ambos casos son muchos, muchísimos, los factores que intervienen para que se den ese par de circunstancias. Centrándonos en el caso de la obesidad, los factores determinantes por las que una persona termina por “comer más de lo que gasta” son diversos y muchos de ellos, además, no dependen del control directo que pueda hacer cada individuo. Por hacer un brevísimo resumen, merece la pena citar: la particular genética y fisiología de cada uno, los determinantes sociales en forma de capacidad económica, lugar de residencia, oferta y disponibilidad alimentaria, el marketing de los productos más inconvenientes, la disponibilidad de horarios para planificar y preparar lo que se come cada día, la infoxicación (intoxicación de la información en materia alimentaria) y así un larguísimo etcétera.

Toda esta amplia introducción sirve para poner de relieve que adelgazar, perder peso, es una circunstancia complicada y muy alejada de los más habituales mensajes complacientes que se puedan encontrar en no importa qué remedio o dieta milagrosa. Tenga el nombre que tenga.

Hacer dieta no siempre es la solución a los problemas de obesidad

Seamos sinceros, a nadie le gusta hacer o ponerse a dieta. Supone un cierto sufrimiento a través de la privación de elecciones que gustan comer. Quizá por eso todas las dietas al uso parten, siempre, con una o dos fechas de caducidad.

  • La primera es temporal. Sí, algunas de las personas o instituciones que plantean como solución “hacer (su) dieta” ya adelantan que la dieta en cuestión será cuestión de dos semanas, dieta de cinco días o dieta de un mes. Mal tema, difícilmente en tan corto espacio de tiempo se puede revertir lo que ha costado años o incluso décadas acumular. Y, con “acumular”, me refiero tanto a peso como a malos hábitos.
  • La segunda caducidad es ponderal. Otras dietas también anuncian que se trata de un plan para perder 2, 5, 7, 10 o los kilos que sean. O bien, es el propio interesado quien, haciendo un somero auto balance, decide cuántos son los kilos que sobran. Sea como fuere, una vez alcanzada la ansiada pérdida la dieta se aparca con satisfacción.

Imaginemos el día siguiente a la fecha de caducidad (temporal o ponderal)... ¿Qué se hace entonces? ¿se sigue con las draconianas restricciones? ¿o más bien se abandonan y se vuelve más o menos rápido a la situación previa a la dieta? La experiencia mundial (sí, he dicho mundial) apuntan a que en la mayor parte de los casos la segunda opción es la más seguida. Con todo lo que ello conlleva: recuperación del peso perdido y, más allá, mayor ganancia de peso, incluso más del que se tenía antes del inicio de la dieta.

En este interesante estudio, publicado en una de las más prestigiosas cabeceras de salud, se preguntaban -ya en el título del propio trabajo- si “el hacer dieta” nos hace engordar. La respuesta, no pudo ser más elocuente: ser mujer (en concreto por debajo de los 25 años) y someterse a una estrategia de pérdida de peso intencionada (dieta) multiplica por tres el riesgo de padecer obesidad. Si las estrategias intencionadas son dos o más, el riesgo se multiplica por cinco. Por eso, en sus conclusiones, los autores no pudieron ser más elocuentes: “hacer dieta” para perder peso aumenta la susceptibilidad para aumentarlo, lo que hace que las personas que hacen dieta sean propensas a aumentar de peso en el futuro. Sí, hacer dieta (tal y como suele entenderse habitualmente) nos hace engordar. Una aparente, solo aparente, paradoja ya que, si reflexionamos sobre lo que realmente sucede, ese aumento de peso es absolutamente esperable en el medio plazo.

El artículo mencionado no es una excepción. Al contrario, se suma a un cuerpo de evidencia creciente que apunta a que “hacer dieta” no debería ser nunca la respuesta. Este estudio, revisó la situación, cinco años después, de un número considerable de participantes que afrontaron un periodo dietético de pérdida de peso. En él se contrastó que hasta dos tercios de las personas que hicieron dieta recuperaron más peso del que perdieron. Por último, y no menos importante, los trabajos que se revisaron no aportaron una evidencia consistente relativa a que, aunque se consiga perder peso “haciendo dieta” dicha pérdida lleve aparejadas mejoras significativas en la salud. Por tanto, se concluye, resulta insólito apoyar la estrategia de “hacer dieta”, ya sea con el fin de perder peso de forma duradera o sea para mejorar la salud.

Un poco de racionalidad, por favor

Los estudios científicos están bien, pero muchas veces abruman por su complejidad, ¿qué tal, por tanto, si miramos con ojos críticos la realidad que tenemos al alcance de la mano? Así, ¿te has parado a pensar que si alguna dieta funcionara de verdad y de forma universal, el problema global de la obesidad ya no existiría? Es la pregunta con la que se finaliza esta imprescindible charla TedTalk de manos de Sandra Aamodt: “si las dietas funcionaran todo el mundo sería flaco a estas alturas”, sentencia. Y, bien mirado, no le falta razón.

Si “hacer dieta” no es el camino, ¿cuál sí lo es?

Es la pregunta lógica. Y lo siento, pero la ciencia no tiene una respuesta clara. Pero al menos sí sabe cuál NO es el camino: “hacer dieta”, ya ha quedado claro. Sería poco racional seguir haciendo lo que ya sabemos que NO funciona (o que incluso es contraproducente). Podríamos decir que NO se puede cometer el mismo error dos veces, más que nada porque la segunda vez no sería un error, sino una (mala) decisión.

Por tanto, hay que hacer otras cosas. Y, la principal, para perder peso y mantener esa pérdida en el tiempo con salud es, según parece, “cambiar de hábitos”. Dejar de hacer cosas mal y pasar, desde ese momento y en adelante a hacerlas mejor. Sí, lo sé, no es algo que tenga tan buena venta como las hiperbólicas promesas de cualquier dieta al uso.

Diversos estudios han puesto de relieve que el éxito dietético, entendiendo “éxito” por alcanzar una pérdida de peso significativa y mantenerla en el tiempo, radica principalmente en la “intensidad” de dicha estrategia dietética. ¡Ojo, sea la que sea la naturaleza o el trasfondo de dicha estrategia! Esta revisión sistemática con metaanálisis (la metodología científica que mayor confiabilidad ofrece) concluye que, el efecto a largo plazo de, por ejemplo, una dieta baja en grasas sobre el peso depende de la intensidad de la intervención (“más intensidad” implica más tiempo). Además, y cuando se comparan intervenciones dietéticas de similar intensidad, la evidencia resultante no respalda que el efecto de las dietas bajas en grasas -todo un clásico entre las dietas- sobre el adelgazamiento a largo plazo sea mejor que el de otras dietas con distinto perfil. Así, se defiende que la proporción de macronutrientes (que una dieta sea baja en grasa o en carbohidratos o alta en proteínas, etcétera) no es lo importante a la hora de predecir cambios en el peso o en el perímetro de la cintura. Lo importante es “la intensidad”, el tiempo. Prácticamente lo mismo que concluye esta otra revisión.

Si te preguntas si el ayuno intermitente, tan de moda, o qué decir de la dieta keto, son estrategias válidas o mejores per se que cualquier otra opción, la respuesta es la misma: nones. Existen bastantes artículos que ponen en su sitio a ambas estrategias, así que me concentraré solo en dos, uno para cada sistema. Sobre al ayuno intermitente, este reciente trabajo concluye: tanto la restricción energética intermitente (con ayuno) como la continua (sin ayuno) lograron efectos comparables en la pérdida de peso y en las mejoras metabólicas. Sobre la dieta keto, este texto de revisión nos informa que, aunque la dieta cetogénica ha atraído mucha atención mediática, la evidencia que respalda su uso es actualmente limitada. Sí además, sabemos que las dietas de perfil keto, generan muy poca adherencia, es decir que se van a abandonar más pronto que tarde, su pronóstico de eficacia, solo se puede prever, siendo generosos, como escaso.

En resumen

  • Existe un número significativo de personas en el mundo aquejadas y preocupadas por su obesidad.
  • Pese a ello ningún país ha reportado una disminución significativa de la prevalencia de obesidad durante tres décadas.
  • “Hacer dieta” (la que sea) es la estrategia popular más habitual para enfrentar el problema.
  • Sin embargo, su eficacia, lejos de ser efectiva se ha contrastado, en general, como perjudicial para los objetivos propuestos.
  • La “adherencia”, es decir, la permanencia constante en unos nuevos y mejores hábitos de vida se han revelado como una clave importante para enfrentar el problema. Quizá la más importante.
  • Para revisar las circunstancias personales que afectan de manera particular a cada persona, se recomienda ponerse en contacto con especialistas en estas cuestiones (típicamente dietistas-nutricionistas o técnicos superiores en dietética) para que promuevan cambios vitalicios adaptados a las circunstancias de cada paciente.
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