Aprende a comprar de forma más sostenible en el supermercado

El triple combo alimentario que todos buscamos a la hora de hacer la compra tiene, al menos, tres ingredientes: ser saludable, ser sabroso y ser económico. Digo “al menos”, porque a día de hoy también hay otras características muy en boga y demandadas por los consumidores. Una de ellas, quizá la principal, y no es para menos, refiere a la sostenibilidad. Es decir, que el producto/alimento, además de lo anterior, sea respetuoso con el medio ambiente y con la vida de los animales que han participado en el resultado final que tenemos delante.

Los posts de
Juan Revenga

compra sostenible supermercado

Aprendiendo de nuestros mayores

De todas estas cosas nuestras abuelas sabían un rato. No porque lo hubieran aprendido en la universidad, ni tampoco, precisamente, por haberse ilustrado con algún “influencer” de Instagram o con “tips” de TikTok. Estaban formadas en la universidad de la vida, sin tonterías y en el aspecto más práctico del asunto. Así y de forma más o menos inconsciente las cestas de la compra de hace 40 o 50 años reunían, un amplio porcentaje de todas las características mencionadas. Una clave para entender esta realidad la encontramos en el “Libro blanco de la nutrición en España”. En él se nos informa que nuestras abuelas usaban no más de un centenar corto de alimentos y que a día de hoy, en cualquier super o hipermercado, nos enfrentamos a más de 30.000 productos distintos. Si esto no es suficientemente elocuente, los cambios sociales y, por supuesto, en las agendas laborales, nos empujan a que, como consumidores, tengamos menos tiempo para hacer la compra y que, por tanto, tengamos que elegir rápidamente entre miles de productos con decenas de ingredientes. Y siempre, no olvidemos, bajo la presión de estar “rabiosamente sanos”. Este escenario no parece, ni mucho menos, el mejor para tomar decisiones de compra en pos de los objetivos ya mencionados.

“Un centenar corto de alimentos” esa es, en cierta medida, el quid de la cuestión. Nuestros antepasados escogían materias primas, alimentos básicos, entre una oferta relativamente pequeña, que luego tenían que preparar, cocinar y, por supuesto, consumir. Nosotros no. En lo que se refiere al momento de la compra, nosotros lo tenemos mucho más difícil. Además de encontrar más o menos lo mismo que nuestras abuelas, existe también otro catálogo de productos, abrumador en su número, que se basa, principalmente, en opciones ultraprocesadas. Es como si una maleza de dimensiones inconmensurables ocultara las buenas opciones. “Maleza”, descriptiva palabra. Ya afrontamos en este artículo la naturaleza y los inconvenientes de tener una alimentación que contenga una alta proporción de esta gama de productos.

Menos marketing y más “mercating”

Así visto, uno de los mejores consejos que se pueden dar para alcanzar la primera de las premisas de ese combo alimentario (la salud) consiste en volver a hacer la compra como se hacía antes: en los puestos del mercado (y de ahí lo del “mercating”) o en las tiendas especializadas (pescadería, carnicería, frutería, etcétera). Este consejo parte de una idea básica, acudir a aquellos entornos similares a aquellos en los que nuestros antepasados hacían la compra. Es decir, recurrir a esos espacios en los que no existen opciones de productos ultraprocesados. Tal y como reza el dicho, quien evita la tentación, evita el peligro. Pero sí, lo sé, hay un gran hándicap, y por eso el siguiente epígrafe.

El tiempo como moneda de cambio

Otra importante diferencia del escenario alimentario de nuestros días con el de nuestras abuelas es, sin lugar a dudas, la cantidad de tiempo que, de forma típica, se podía destinar hace unos años (mucho) y el que tenemos hoy (poco o casi nada). En este trabajo de revisión se analizaron todas estas cuestiones y se observó que la escasez de tiempo, o la sensación de no tenerlo -que no siempre coinciden- están relacionadas con importantes cambios en los patrones de consumo de alimentos. Estos cambios se refieren a una menor dedicación a la cocina y de las comidas familiares, así como un aumento del consumo alimentos precocinados y ultraprocesados. Todos estos cambios se han asociado con dietas menos saludables que pueden contribuir a la obesidad y a otros problemas de salud crónicos como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes o el cáncer.

En esta misma línea, un estudio de seguimiento de la población australiana de 25 a 54 años encontró que tanto la escasez de recursos económicos, como la de tiempo, reducen la actividad física y propician un menor consumo de menos frutas y verduras, la realización de más comidas fuera del entorno doméstico y un mayor consumo de alimentos con alto contenido en sal, azúcar o grasas.

Entonces, ¿cómo hacer si no hay tiempo de ir al mercado y, mucho menos, de visitar los comercios minoristas o especializados? La solución tiene un fácil enunciado, pero quizá no, una tan fácil ejecución: consistiría en ir al súper o al hipermercado y hacer la compra SÓLO de aquellos comestibles que serían susceptibles de encontrarse en los mercados y comercios detallistas. Ante la falta de tiempo, es normal que busquemos establecimientos que además de la fruta, la verdura, la carne y el pescado, nos ofrezca la posibilidad de comprar, por decir algo, pasta de dientes, papel de aluminio o la sal para el lavaplatos. Pero claro, la tentación va a estar ahí en forma de snacks dulces y salados, refrescos, platos preparados de dudosa saludabilidad, etcétera, conviviendo con nuestras necesidades y esperándonos con los brazos abiertos. Es decir, con toda su parafernalia marketiniana.

Así pues, otra opción, cada vez más en alza, es la tele-compra. Consiste en que al mismo tiempo que se recurre a pedir espuma de afeitar o papel higiénico a nuestro súper o híper de confianza, aprovechar y hacer la compra online de todos aquellos productos que tenían nuestras abuelas a su disposición... y no de otros.

Por cierto, a día de hoy, afortunadamente, la mayor parte de mercados, e incluso de establecimientos minoristas, cuentan con la posibilidad de hacer la compra bajo pedido. Ya sea para que te la lleven a casa, o que vaya cada uno a buscarla. Así que ya no hay (tantas) excusas para hacer la compra en este tipo de comercios.

La temporalidad, un concepto casi desconocido

No es exclusivo, pero el mencionado “mercating” (de mercado o de minorista) además de lo dicho facilita mucho la compra de alimentos de temporada y cercanía. Lo cual, además de más sostenible (algo muy importante) es una garantía casi total para obtener productos más económicos y en su punto de sazón (lo que completa nuestro querido combo). La cuadratura del círculo de este asunto radica en que hoy en día, cuando hablamos de “temporalidad” y cercanía, estas casi solo refieren a los alimentos de origen vegetal fresco: frutas y hortalizas que, no por casualidad, constituyen ese grupo de alimentos que tan presentes han de estar en nuestra alimentación cotidiana y que nunca me cansaré de recordar y promocionar. No obstante, muchos productos de la pesca, también están sujetos a una marcada temporalidad, algo que también afecta, pero menos, a la producción en acuicultura.

Tan desconocido es esto de la temporalidad y cercanía (poca gente sabe cuál es la temporada de estos alimentos y los que se producen en su entorno) que no es infrecuente encontrarse listas bastante poco acertadas sobre estas cuestiones. Recuerda que, a fin de cuentas, que algo esté a la venta no quiere decir que esté, en ese marco geográfico, en temporada. Así que, tras mucho buscar, creo que en este enlace podrás encontrar una lista bastante acertada al respecto: para las frutas, y para las hortalizas.

Consejos para llevarse a casa y traer la compra al mismo lugar

  • En tu cesta de la compra diaria, semanal o mensual (cada característica tiene sus limitaciones) debería destacar una presencia importante de frutas, verduras y hortalizas.
  • Procura incluir aquellos vegetales que estén de temporada y que sean de cercanía. Serán más económicos, sabrosos y medioambientalmente, más sostenibles.
  • Cuantos menos productos ultraprocesados incluyas, mejor. Los mercados y los comercios especializados son un entorno carente, normalmente, de la maleza mencionada. No obstante, si compras en grandes superficies cíñete a la oferta típica de establecimientos minoristas.
  • La tele-compra y la compra online son opciones que están prácticamente al alcance de cualquier establecimiento. Su oferta suele ser nutricionalmente más adecuada, con una estupenda relación calidad/precio y suele contener opciones de temporada y cercanía.
  • Los congelados y las conservas de alimentos “honestos” (sin ser ultraprocesados) pueden ser una opción económica y perfectamente saludable frente a muchos alimentos frescos.
  • Más allá de todos estos razonamientos, están todos esos otros consejos que todo el mundo menciona pero que no por ello pueden ser interesantes: acude a la compra sin abre y con una lista de la compra. Te ayudará a evitar lo superfluo.
  • Además, puede ayudar el llevar el dinero en efectivo, estarás menos a merced de las tentaciones.
  • En los productos envasados, conservas y similares, compara al precio por kilo de distintas opciones. Esta información suele estar presente en la mayor parte de los lineales, en pequeño, junto al precio unitario del producto.
  • Cambia de vez en cuando el lugar en el que haces habitualmente la compra o, al menos, visita otros lugares, es posible que te encuentras algunas sorpresas relacionadas con la oferta y el precio.
  • Por supuesto, no te olvides de llevar tus bolsas de la compra reutilizables o tu carro de la compra.
  • Recuerda, por último, que en estas cuestiones, como en muchas otras, no existen fórmulas mágicas y que buena parte del éxito en tus objetivos radican en una concienciación reflexiva de tus circunstancias y posiblidades.
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